viernes, 6 de enero de 2012

Galerna en el Cantábrico



GALERNA EN EL CANTÁBRICO

Nada hacía presagiar en esta espléndida mañana de verano con un sol radiante calentando las aguas de la costa y decenas de  familias disfrutando de la playa, que un enorme nubarrón oscurecería de pronto el cielo y que la agradable brisa se transformaría  en galerna, llevándose por los aires sombrillas y toallas; la mar antes en calma amenaza ahora con engullir todo lo que se le ponga por delante.

El cambio ha sido tan brusco y repentino que el caos y la inquietud se han adueñado del lugar: unos intentan recuperar sus objetos esparcidos aquí y allá, otros buscan alarmados a los más pequeños que chapoteaban despreocupadamente en el agua.

Sobre su tabla, Óscar se siente como un auténtico surfista profesional, pero sin darse cuenta la corriente le ha arrastrado hasta un arenal cercano. Como incansable lector de novelas de aventuras, sabe que se puede sobrevivir en una isla desierta a base de imaginación, así que rebusca en los bolsillos del bañador y salen canicas, un cochecito, globos, chicles, un boli…y decide escribir un mensaje ¡en un globo!: «Estoy bien, nado con los delfines, me alimento de cocos, he  construido un refug…». Vaya, se le acaba la tinta antes de firmar. «¿Sabrán que soy yo para venir a rescatarme?».

Mientras juega con un cangrejo en la orilla oye unos gritos: "¡OOOSCAAAR!” El niño hace señales, los socorristas respiran aliviados. Han encontrado el mensaje, qué rapidez;  le habría gustado que le creciera la barba pero no ha dado tiempo.

Ajeno a la expectación creada en la playa, Óscar consigue zafarse de los brazos de su asustada madre y corre hacia el castillo de arena que dejó sin terminar…