sábado, 28 de enero de 2012

Hiel


HIEL

«…joderme», repite Martin saboreando la palabra. Descubre con fruición los matices con que inunda este vocablo el paladar: al principio con las patadas percibe el gusto ácido de la superioridad, seguido del dulzón del sometimiento al abofetearla, y cuando la agarra de los pelos y le propina unos puñetazos, gotas de sangre le salpican el rostro notando entonces el placer triunfante del acero.
Hastiado, se deja caer junto al cuerpo inerte. El sabor amargo de unas lágrimas  que manan de su recóndito ser le trae a la memoria la imagen de un niño apaleado que escucha como una letanía: «Te dije que no intentaras…».