domingo, 7 de julio de 2013

Caso resuelto

CASO RESUELTO


—Si ya lo decía yo: ese hombre nunca fue trigo limpio —asevera Julita, la panadera, mientras se restriega las manos de harina en el delantal—. Lo sorprendente es que no lo descubriéramos antes. ¡Cuatro sabuesos envenenados en un mes! Y ahora el pobrecito teckel, con lo simpático que era...
Es la hora del descanso antes de comer y a los vecinos de esta aldea les gusta reunirse junto a la chimenea del mesón a tomar el aperitivo y repasar los acontecimientos del día.
—A mí también me daba mala espina el guardia civil  —ahora es Marisa, la pescadera, la que toma la palabra—. Todos los perros le ladraban incluso antes de que doblara la esquina.
Don Severino, el cura, reflexiona meditabundo y escupe el hueso de una aceituna:
—Como mínimo, era sospechoso que no investigaran el caso con más profundidad, ¡tenían al mismísimo demonio infiltrado entre sus filas! —Se mete otra aceituna en la boca y prosigue—. En todos los rebaños del Señor, ¡ay!, tiene que haber siempre una oveja negra. Que cumpla su condena y después que venga a la parroquia a confesarse.
El periódico local va pasando de mano en mano, mientras se mofan de lo feo que ha salido el Nardo en las fotos. El caso del envenenador de perros de Jumentera ha sido resuelto, «…gracias a las pesquisas realizadas por uno de sus vecinos. Bernardo P., propietario del bar, descubrió al bellaco…».

Les hace gracia salir en la prensa. A fin de cuentas, Jumentera es un pueblo de esos donde nunca pasa nada.