EL FUNERAL DEL TABERNERO
—¡La felicidad! No existe palabra más
efímera, ¡aaay! —Se le ve
apenado al padre Eloy—. Recemos una
oración por el hermano Blas y celebremos que ha sido llamado a la presencia
de nuestro Dios.
Se oyen unos suspiros
y carraspeos entre los feligreses cuando el cura se bebe de un trago el vino
del cáliz.
—Alabado sea
el Señor. ―Eleva una
mano al cielo y les da la bendición, «…podéis ir en paz…». Cabizbajos y en
silencio abandonan todos juntos la iglesia. Al llegar a la plazuela se quedan mirándose
unos a otros, desorientados, sin saber dónde ir a ahogar sus penas.