martes, 1 de abril de 2014

Enterrado vivo

ENTERRADO VIVO


Luego cruzó el pasillo, bajó al sótano y mató al prisionero con una espada de samurái. Tras aclararse las manos con agua sucia se tumbó en el camastro, abrazado a él. Al día siguiente le estampó un puñetazo directo en la frente, en eso había sido de joven campeón. Noche tras noche, año tras año, repitió la misma rutina probando distintos métodos: una soga al cuello, la cabeza metida en la taza del váter, un tiro en la sien… Cuando cuarenta años después un juez anuló su sentencia a morir en la horca, el anciano que atravesó el corredor de la muerte hacia la salida iba acompañado de miles de cadáveres andantes.