martes, 8 de abril de 2014

La beata

LA BEATA


La vergüenza que nos ganamos aquella noche, en cambio, nos acompañaría para siempre: los dos en cueros, danzando ebrios delante de una hoguera en una playa de Brasil, qué cruz. Cada vez que me acerco al confesionario me santiguo una y mil veces para alejar el tormento de mi corazón. Noto que se me eriza hasta el vello del pubis, pese a la ventanilla cuadriculada que me separa del atractivo padre Greg, tan bronceado...