LA
CRÈME
DE LA CRÈME
Por fin viernes, qué ganas de
que acabara la semana. Y de disfrutar de este momento de relax aquí tumbada en
el sofá, sin hacer nada. No sé dónde estará Alberto, habrá salido a comprar
algo especial para la cena, que hoy es nuestro quinto aniversario. Igual hasta
me hace un regalito. Bueno, igual no, seguro. No conozco hombre más detallista.
Que no todos los maridos se meten después del trabajo en la cocina para
preparar una crema de pepinos, si hasta las rodajas ha dejado ya cortadas. Lo
leí el otro día en una revista y le comenté, como de pasada, lo bueno que es el
pepino para hidratar el cutis. A Alberto es comentarle cualquier cosa que te
apetezca y no para hasta complacerte; vamos, un lujo de marido es lo que es.
Algún ingrediente más hay por aquí, puede ser sandía, por eso ha quedado tan
diluida. Seguro que ha mirado en internet y ha enriquecido la mezcla para
obtener mayores beneficios.
Oigo abrirse la puerta, ahí
llega mi chico.
―¡Alberto,
estoy aquí, en la sala! ―Ha
entrado a la cocina, le estoy oyendo abrir armarios. Ah, ya viene.
―Pero
Silvia, ¿qué haces con la sopa untada en la cara?
―¿Eeeh?
―Nada,
nada, nena, que… he pensado que… mejor cenamos en un restaurante.