domingo, 2 de noviembre de 2014

La venda

LA VENDA


Amelia trajinaba alegre por la cocina, canturreando. Ojeaba por encima el periódico abierto sobre la mesa mientras hervía la leche para el café y tostaba pan para el desayuno de Julio, su marido, que seguía acostado quejándose de agujetas. Al llegar a las páginas de deportes, buscó su nombre en la clasificación de la carrera. Recorrió durante unos minutos la hoja hasta que lo encontró, entre los diez últimos. «Si todas las tardes sale a entrenar. Además anoche llegó tan contento…». Ya en silencio, acabó de fregar la vajilla y sacó la ropa de la lavadora. «¿Esta mancha de qué es?».
Sobre el adoquín del patio se estrellaron juntos la pinza que Amelia sostenía en la boca, «me juró que aquello había terminado» y el poco orgullo que luchaba por conservar. Cuando recobró el aliento, se levantó de la banqueta y metió a remojo el calzoncillo manchado de carmín.