LA
MADRE
En el último momento la
vocecita de Jana en el asiento trasero me hizo dar un volantazo antes de
salirme en aquella curva. Miro por el retrovisor: nuestra pequeña se parece
dolorosamente cada vez más a ti. Ahora consuela a su muñeca con la misma nana
que inventaste para acunarla cuando una pesadilla le asaltaba en sueños. No ha
vuelto a pedirme que se la cante; en estos siete meses hemos aprendido juntos a
no vernos llorar.