MAPAMUNDI
Todo estaba
dibujado en la pequeña libreta gris que llevaba en el bolsillo de su pantalón.
Esbozos de calles, postes en tres colores y caminos de rayas blancas y negras con
flechas, para cruzar bien hasta el parque. La fachada del bar de Paco y un
reloj en las dos: eso significaba la hora de comer. Un monigote de un señor
calvo con narizota, parecido a Jacinto, el del kiosco, junto a unas monedas de
euro, de veinte céntimos y de diez, le hizo sonreír. Pero qué buena es mi
Amparito, suspiró, de nada se olvida. Y antes de que se le pasara pegó en la
tapa del bloc una foto de ella dentro de un corazón.