domingo, 10 de mayo de 2015

Mein Kampf

MEIN KAMPF

Ya no podíamos contar con él, había repetido entre lágrimas mientras hacía el macuto. La abuela le envolvió unas tortas de pan en un mantelito blanco y luego se dirigió con la cabeza gacha al corral a poner grano a las gallinas. Que si le echaríamos de menos, gritó a mitad del sendero. ¡Claro que sí, Hans, ten ánimo, hijo mío!, voceó llorosa mamá desde el zaguán agitando una mano de despedida.
Todavía siguió diciendo adiós mientras caminaba junto a otros muchachos hacia la estación de tren.
Y allí, entre campos de maizales, nos quedamos muy calladas las tres mirando pasar decenas de vagones negros.