ARTE
RUPESTRE
Soplaba fuerte el viento afuera,
así que papá dijo que nada de salir a por hierbajos y flores, que mejor
hacíamos dibujitos con arcilla, cenizas y caldo del guiso. En un momento dado,
mientras estampaba mis manos llenas de barro en la pared, nos quedamos a
oscuras. Como no me apetecía ir a ver qué pasaba, me acurruqué en el suelo y me
dormí. Entonces me despertaron unos golpes seguidos de unos gruñidos de dolor y
me arrastré hacia donde venía el jaleo; en la entrada de la gruta, sosteniendo
un garrote, estaba mi madre en delantal llamando gandul a mi padre que,
enfurruñado, frotaba un palito sobre el serrín y encendía antorchas sin parar.