EN CALIENTE
Murió a las doce de la noche en el cuarto
azul. La tía Adela. O mejor dicho, el vejestorio ese que pululaba por el
caserón. Porque la tal Adela no era tía de mi mujer ni nada, sino una señora
que hace siglos se dejó caer por la masía de mis suegros cuando estos aún
vivían y ahí se quedó. A acaldar la casa y la huerta. Pero de eso no me enteré
hasta muchos años más tarde, cuando mi esposa recibió en herencia aquellas
fincas y decidimos venirnos a vivir al campo.
La tía Adela siempre estaba tocando las
narices. Y para demostrarlo, fue a expirar la víspera de Reyes y en la
habitación de Dieguito y Rubén. ¿No podía haberse quedado inconsciente sobre la
mesa de la cocina mientras le daba al anís? O en su mecedora de la sala, mientras
tejía aquellas bufandas interminables que tanto odiaban mis hijos, que les
salía un ronchón cuando se las anudaba al cuello. O en la huerta de acelgas,
qué vicio con las acelgas.
Pues no; ella tuvo que elegir esa noche
para palmarla. Me la encontré cuando subí a comprobar si los niños dormían ya
para empezar a colocar los regalos junto a la chimenea. El cuerpo inerte de la
tía Adela estaba despatarrado sobre la alfombra de Mickey Mouse. Con una mano
sujetaba un trozo de carbón, la muy bruja. Me pareció oírla rutar, con sus
labios prietos y apuntando con una garra a mis hijos: «Sois unos niños muy
malos. Directos vais a ir al infierno y allí moriréis abrasados entre las
llamas, jajaja».
Entre mi suegro y yo, tiramos de la
alfombra con el fiambre encima y la arrastramos escaleras abajo hasta el
garaje. Allí la metimos en la caja vacía de la bicicleta rosa que los Reyes
iban a dejar esa noche a Elisa. Lo cierto es que lo improvisamos según la
marcha: no queríamos que se llenara la casa de policías y amargara el día a los
pequeños. Así que decidimos aplazarlo hasta después de comer, cuando salieran a
disfrutar con sus juguetes nuevos al parque.
A la mañana siguiente, el único que notó
que faltaba la alfombra de su habitación fue Dieguito, pero enseguida se olvidó
del asunto, entretenido como estaba con su triciclo.
De la desaparición de Adela, ninguno
comentó nada.