viernes, 30 de octubre de 2015

Pantomima

PANTOMIMA

Tras girar a conciencia tres veces la llave en la cerradura «esos negros del primero no me gustan nada», coge las dos bolsas de plástico: blusas raídas, zapatos deformados, faldas desfasadas… «Para los más necesitados, como dijo el padre Ángel». Se recrea complacida pensando en las perchas y cajones vacíos y el espacio que ha quedado libre en su armario «mañana empiezan las rebajas», y dirige sus pasos hacia el centro de acogida, pero en la Plaza Mayor una concentración «si no son los perroflautas, son los del Sahara, qué pesadez» le obliga a dar un rodeo.
Al llegar, aprieta fuerte el bolso en su regazo: la fachada pintarrajeada, mujeres negras en estado «son como conejas», niños mugrientos alborotando en la acera. Tira las bolsas junto a la puerta de la entrada «vaya pestazo, no tenía que haber estrenado hoy el abrigo nuevo» y marcha a toda prisa hacia la parroquia.
A punto está de comenzar la misa, por fin en el templo sagrado. A empellones se hace con un hueco en el banco de la primera fila, se santigua piadosa, se arrodilla, reclina la cabeza sobre sus dedos entrelazados y reza el padrenuestro moviendo imperceptiblemente los labios.


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