viernes, 6 de mayo de 2016

El pan de cada día

EL PAN DE CADA DÍA


Como sombras fantasmagóricas atraviesan el corredor las muchachas de melena lacia. Solo se escucha el roce de sus zapatillas de felpa contra las baldosas, algún sollozo apagado y, al llegar al comedor, resoplidos y arcadas. Mientras mastican y tragan en silencio, el tintineo de tazas y cucharas; pero lo que más alto se oye siguen siendo sus arcadas.

Cuando van terminando de desayunar, la supervisora registra sus bolsillos en busca de tarrinas de mantequilla o tostadas. Entonces les permite quedarse un rato de charla, ver la tele o pasear por la sala. Pero durante la hora de la digestión, ni suplicando de rodillas podrá ninguna de ellas entrar al lavabo.