HOSTILIDADES
¿Por qué demonios sus dueños
los han abandonado en ese inhóspito lugar donde se seca la mies y uno llega a
marearse con su olor dulzón y ese arrullo repetido: rorro? Eso quisiera saber el platero, que empuña desconfiado su
yunque; y el arriero de cabello escaso, que a voces intenta ahuyentar a un
hombre desastrado que pretende arrebatarle sus aperos de labranza.
Desde su lejano éter, el Dios
del Sol contempla abatido la decadencia de estos personajes sentenciados a
convivir en la página de pasatiempos de un periódico amarillento.