LA COCINERA
—Serán solo cien palabras,
contadas, las que bucean en la sopa de letras —calculaba don Santiago
mientras metía la nariz en el puchero humeante.
—Se distrae usted, amigo mío, con
trivialidades —replicaba don Camilo—. Fíjese, fíjese bien en la contundencia de
estas patatas ilustradas.
En el preciso instante en que los dos
catedráticos jubilados se retaban con sus cucharas, aparecía yo por la cocina cargada
con un cesto de lechugas del huerto y los empujaba hacia la sala común, mientras
hervían los guisos. Y como una autómata me adelantaba siempre a su siguiente
pregunta.
—Que siií… Que de postre habrá ¡peras
conferencia!