viernes, 6 de mayo de 2016

La vie est belle

LA VIE EST BELLE

Había logrado encandilar a los duques d´Artagnac aquella primavera, cuando limpiaba su piscina de hojarasca y bichos. Siempre a escondidas del uno o la otra, Olivier o estaba engarzando una flor en el bikini de ella o manoseando bajo el agua al anciano mientras le enseñaba a bucear. Así, consiguió ese verano el puesto de patrón en su yate.
Esa tarde de agosto, mientras el duque sesteaba en una tumbona, Olivier se acuclilló junto a la esposa para masajear con bronceador el interior de sus muslos. «¡¡¡Ooohh, merci, merci!!!», jadeaba la mujer, sin apartar la mirada del ceñidísimo bañador del haitiano.
Para aplacar el calentón, la duquesa se quitó su collar de diamantes y saltó al mar, agarrada a un salvavidas. Olivier aprovechó el momento para hurgarle la entrepierna al duque. Subyugado por el patrón haitiano, al hombre se le nubló la mente, estiró un brazo y desató la cuerda que sujetaba el flotador de la duquesa. Una ola repentina la hizo desaparecer en cuestión de segundos.
«C´est la vieee, mon chérieee…», canturreaba el mulato con una mano al timón, alzando victorioso con la otra el collar, mientras el duque exhalaba su último aliento atragantado con su miembro viril.